Los encapuchados han sido tema no sólo en las movilizaciones de este año, sino que viene siendo un tópico ampliamente tratado y difundido por los medios de comunicación más conservadores y también por el mundo político. Muchas veces se les condena, pero pocas veces se trata de realizar un intento por comprender este fenómeno, ver sus causas y su origen histórico.
Este jueves 13 de junio se realizó una nueva marcha nacional que convocó a miles de estudiantes por las principales ciudades del país. Y como ya es un clásico, los grandes medios de comunicación volvieron a vincular la protesta con los encapuchados, que son parte de cada manifestación masiva. Pero, ¿basta sólo con rechazarlos? ¿Son simples delincuentes? ¿Existe alguna explicación a este fenómeno? La violencia en las protestas no es algo nuevo. Según dicta la historia, existen un sinfín de manifestaciones violentas como la revuelta de los tranvías de 1888, la huelga de la carne de 1905, el motín urbano de abril de 1957 y las protestas populares contra la dictadura en los años ochenta. Es decir, la violencia está acompañada de fuertes crisis económicas, sociales y políticas, de carácter histórico. Los efectos son ya conocidos. Enfrentamiento con Carabineros, piedras, proyectiles de toda índole y violencia que va y que viene. Violencia, que si bien pone en riesgo la integridad de quienes circulan por el sector y es condenada por muchas personas, tiene mucho que ver con el país y la sociedad que se está construyendo.
Según el Premio Nacional de Historia, Gabriel Salazar, a los encapuchados “no basta con condenarlos, es importante explicarse por qué. La responsabilidad de que existan estas prácticas que han durado tanto tiempo, es una responsabilidad colectiva, particularmente del ámbito de dirigentes del Estado” Agrega que “si hay encapuchados en las calles es responsabilidad de la sociedad, no es por maldad intrínseca de esos jóvenes”.
La dictadura con su fuerte represión, y esta democracia fuertemente cuestionada por los distintos movimientos sociales, son parte de la explicación de las violentas protestas y de la aparición de los encapuchados. Para el sociólogo Alberto Mayol, “la violencia es una herencia de la dictadura”. Al respecto, Salazar agrega que “fueron 17 años de dictadura, y quienes lucharon más directamente, quienes resistieron más activamente contra la dictadura fueron jóvenes, sobre todo en las poblaciones. De ahí se desarrolló una cultura de resistencia más o menos violenta, de ahí vienen las prácticas de los encapuchados, las bombas molotov, etcétera. Es una cultura adquirida que está en la memoria”. Por su parte, el Gobierno firmó en abril pasado una indicación al proyecto de ley que resguarda el orden público, popularmente conocida como ‘Ley Hinzpeter’. El proyecto pretende, entre otras medidas, darle la facultad a Carabineros y a la Policía de Investigaciones, de detener a una persona que se encuentre encapuchada en una marcha, independiente de que no se encuentre cometiendo un delito flagrante. El Presidente Piñera mencionó que “esta indicación crea una nueva falta que va a permitir a Carabineros o a nuestras policías no solamente efectuar el control de identidad, sino que también detener a aquellas personas que -en medio de actos públicos- estén encapuchados o ocultando su identidad”.
Según el Ministro del Interior, Andrés Chadwick, los encapuchados “no son simples manifestantes, no tienen una causa, no son estudiantes". Agrega que ellos aparecen "sólo para provocar violencia. Esperamos que el Parlamento nos pueda acompañar”. Es decir, el Gobierno entiende el problema como un asunto de seguridad pública y no como un proceso que proviene de un contexto histórico y social.
Por otro lado, las manifestaciones o marchas necesitan de la difusión de la prensa para lograr dar a conocer sus propuestas y demandas. Pero, sin hacer un homenaje a la violencia, lamentablemente las marchas pacíficas poca o muy escasa cobertura tuvieron de parte de los grandes medios de comunicación. Francisco Uribe, joven estudiante de un connotado colegio de la capital, señala que “nosotros hemos organizado muchas manifestaciones pacíficas para dar a conocer nuestro descontento con la educación que recibimos, pero son contadas las veces que sale algo en la prensa. Tiene que ser algo demasiado novedoso para que aparezca”. El cúmulo de años de frustraciones y las desiguales oportunidades van generando tensiones que se traducen en la violencia social, y en la aparición de los encapuchados. Quedarse sólo en la crítica o enfrentar la problemática con más policía en las calles sólo tiende a ‘apagar el fuego con bencina’. El camino a la solución puede ir por el camino del diálogo fecundo, escuchando a los estudiantes y tomando en cuenta sus propuestas.
¿Cuál es tu postura al respecto?