Para muchos y muchas matemáticas es un tema, sobre todo terminando el semestre.
La verdad es que mi trauma con las matemáticas comenzó cuando entrando en la edad del pavo, e intentando demostrar mi rebeldía con el desinterés por los estudios, bajé mis notas y promedios en la mayoría de las asignaturas. Desde ahí que en matemáticas nunca me recuperé, pero no tanto porque no quisiera, sino porque mi profesora era de las “vieja escuela”, las que llegan interrogando, las que dejan de pie si la respuesta es incorrecta, la que tira las orejas y más de una vez humilla al que le va mal.
La profe, a pesar de mis críticas a su rol como pedagoga, era muy buena en matemáticas. Reconocida en el colegio y en otras instituciones por sus excelentes logros con los estudiantes “científicos” en la PSU y en su posterior rendimiento en la universidad.
Yo fui de las que tiró la esponja rápido; me frustraba y ejercitaba bien poco para las pruebas, por lo que del cuatro y tanto no pasaba. Así fue como la única forma de sacar un puntaje decente en la PSU de matemáticas fue haciendo un pre universitario –el que no resultó ser barato y en donde casi de memoria aprendí a dar con la respuesta correcta-.
Pero para los que aún tienen tiempo, pueden recurrir a otras opciones si es que les está dando rojo en matemáticas. Primero, tener voluntad y paciencia, y entender que sin ejercitar no hay mucho que hacer. Segundo, pegar un grito de auxilio a algún compañero que le vaya bien y que está dispuesto a pasarse alguna tarde haciendo ejercicios, o a la misma profesora o profesor, si es que tiene disposición y buena onda. También podemos intentarlo con algún profe particular. No olvidemos que cuanto antes uno se ponga las pilas, mucho mejor. La mayoría de las veces las materias son complementarias y entendiendo una unidad, mucho más fácil entender todo lo que viene para adelante.
Escribo estos consejos desde mi traumática experiencia y, aunque puedan resultar trillados, son ciertos. De alguna manera me arrepiento de no haber comprendido las matemáticas a tiempo, de no haber hecho un esfuerzo real y, por último, de no haber tenido la imaginación suficiente para haberlas convertido en un juego. Suerte la mía que en mi carrera universitaria de matemáticas poco y nada vimos. Pero creo que en algún momento será necesario reconciliarme con ellas, verlas por el lado amable y por qué no, disfrutarlas, ya sin ningún castigo de por medio.