De las muchas cosas que tienen en común los colegios, sin duda una de ellas son algunos profesores, sobre todos aquellos figuritas que se las dan de animador, convirtiéndose en la voz oficial de cuanto acto hay en el establecimiento educacional. Es por eso que este artículo pretende homenajear a estos docentes cuyo sueño frustrado es haber sido un reconocido presentador de TV.
Claro está, ellos no son Antonio Vodanovic, ni ellas Cecilia Bolocco, pero lo cierto es que por ganas no se quedan y sacan a relucir en los actos del colegio toda su personalidad, desplante y vozarrón para ofrecer una velada única a su complicado y poco tolerante público, los estudiantes.
Como en todo orden de cosas, hay profes/animadores fomes, con menos carisma que un tubo de pasta de diente, pero hay otros que al momento de pisar el escenario se transforman en un verdadero Enrique Maluenda, tal como en sus mejores años en el Festival de la Una (ups, caída de carnet nivel Dios), y le ponen “bueno”, tiran tallas, son dinámicos y encantan a sus alumnos con su plasticidad sobre las tablas.
Algunos docentes esperan los actos como si se tratara del Festival de Viña. Las profes se compran vestido de gala, se peinan con cinco latas de laca para que no se les mueva ni un pelo de esa obra arte que se hacen en la cabeza, se maquillan y se bañan en base y maquillaje para tapar las arrugas. Los maestros, en su estilo más clásico, sacan del clóset su mejor terno, ese que usan sólo en ocasiones especiales como matrimonios o bautizos, y se peinan con un lengüetazo de vaca. Es lo mínimo que hacen para ser unos anfitriones de lujo.
Por lo general, los profesores ligados al área humanista y/o artística son los que tienen más “bla bla” para estas ceremonias oficiales del colegio, salvo excepciones. Los profes de historia, castellano y por sobre todo de música, son más plásticos a la hora de la conducción de un acto. Los profes científicos son más fomeques y cuadrados. Para que hablar de un profe de religión, esos transforman un acto en una misa, de partida porque en público hablan con la misma entonación que un cura.
Hablando en serio, hay profes realmente talentosos y que perfectamente podrían estar en un pub animando una noche de karaoke, pero no, fiel a su educación se conforman con ser el anfitrión en las veladas del colegio y dirigiendo el himno nacional en los actos oficiales. Son profesionales poco reconocidos por los jóvenes, claro, como alumno uno evalúa su desempeño de acuerdo al nivel de sus clases, pero nadie valora el empeño que ponen cuando se suben con micrófono en mano al escenario instalado en el gimnasio o patio del colegio.
Hay que tener huevos –u ovarios en el caso de las profesoras- para subirse al escenario a conducir un acto de colegio, sobre todo si su público son los estudiantes, peor aún, los malillas que aprovechan la aparición de su profe para molestarlo, gritarle cosas o hacer ruidos extraños mientras habla frente a una inmadura afición. Así que, no queda más que aplaudir al profe bueno para la animación porque es una tarea muy complicada, ya que un error, desatará la risa burlesca de toda la comunidad escolar.