El colegio es como nuestra segunda casa, pues estamos gran parte del día en ese lugar. Claro, hay diferencias. No está tu dulce madre, sino que muchas veces hay una vieja insoportable que te enseña cosas que sólo ella entiende. Pues bien, a veces personajes como el ya mencionado u otros factores nos hacen odiar el colegio en el que llevamos tanto tiempo. Pero, cómo le digo a mis viejos que me saquen de ahí.
Hacernos los hijos considerados es una buena alternativa. Por ejemplo, si en un intento por salvar la economía de la familia decimos que el colegio en el que estamos es muy caro y que deberíamos buscar algo más barato, ¿suena bien o no?. O por ejemplo hacernos los mateos. En un arranque de superación personal, indicar que de tal colegio (que no es el nuestro) salen los mejores puntajes de SIMCE, PSU, etc. Esa es una buena razón. También, otro motivo de peso para querer cambiarse de colegio -y que nuestros padres nos tomen en cuenta- es que te contaron que en ese otro colegio hay muchas becas para el alumno artista, deportista, y todo lo que termina en "ista".
En fin, estar en el colegio se supone que debería ser una etapa positiva en nuestras vidas. Uno conoce amigos y adquiere experiencias. Pese a que no es llegar y cambiarse de colegio, creo que sí es importante estar en un lugar en donde uno se sienta bien. Así que pienso que para convencer a nuestros viejos de que nos cambien, sólo hay que decir las verdaderas razones.
En mi caso, yo estudié en seis colegios distintos y no fue por voluntad propia. Fue por la voluntad del trabajo de mi padre. Estar en varios colegios tiene cosas buenas y cosas malas. Primero, me habría encantado licenciarme con mis compañeros de siempre o tener amigos de infancia -pues como he estado en muchos lugares, mis amigos que conocí cuando era muy chica, ya ni los recuerdo-. Pero por otro lado, ser la compañera nueva y conocer lugares diferentes es súper entretenido.
Como sea, la etapa del colegio es una de las mejores, siempre que la sepas aprovechar.
Imagen CC vía Benjamín Mejías