Acéptenlo, todos tenemos una parte morbosa dentro de nosotros, un lado demoníaco que se regocija al presenciar una buena pelea en la sala de clases. Si es posible, si se da la oportunidad, tendemos (incluso) a instar en el resto ese enojo, en el espíritu más carbonero e incitador. Aún mejor, si el espectáculo es protagonizado por el profesor; aquel ser respetado y temido por todos, ese que parecía invulnerable, intocable, inmutable. Épico, si andamos con el celular cargado y logramos captar un buen video para nuestro canal de youtube.
A veces el conflicto es el final de una vieja rencilla, producto de uno que otro comentario malentendido, o pequeños dimes y diretes menores que pasaron (antes) sin pena ni gloria. En otras, todo parte de algo puntual, alguna vergüenza que le hicieron pasar al insigne catedrático, o por otro lado, alguna intransigencia de su parte, su simple gusto por hacernos la vida imposible.
Cualquiera sea el caso, ninguno es indiferente a los gritos y las pataletas de uno u otro actor. Todos nos quedamos observando atentamente ese instante sagrado en que la rutina del colegio y las clases cambia y se transforma en el mejor drama de televisión. A continuación resumimos las 10 cosas que pasan por nuestra cabeza cuando un compañero se agarra con el profe.
1.- WTF.
Dícese, nuestra primera reacción al grito inicial, o la subida de tono. ¿Qué onda? ¿Qué pasó aquí? O como diría Medel ¿Qué sucede…?
2.- Incomodidad.
Esa embarazosa sensación que nos inunda al ver tal extrañeza. Tierra trágame.
3.- Alivio.
Algo muy común si estábamos inmiscuidos en el hecho que, en primer lugar, provocó la pelea. ¡Me salvé!
4.- ¡¡¡Viejo de ”#$%//(“#$%!!!
¿Quién se cree este viejo? ¿Qué le da derecho a tratarnos así? ¡Eso compadre, díselo nomás!
5.- Complacencia.
Esto, sobretodo, si somos chupamedias. El aceptar que, en realidad, el muy bobalicón se lo merecía.
6.- Morbo.
¡UUUhhh! (Exclamación general)
7.- Lo van a expulsar.
Mejor se para y se va, el director a este lo va a echar cascando del colegio.
8.- Se va a poner a llorar.
Punto al que, tanto alumno como profesor, puede llegar. ¿Quién no ha visto a algún profe llorando como bebé?9.- ¡Pégale!
Si la guerra de palabras, se transforma en una lucha física, ya las cosas alcanzaron un punto sin retorno.
10.- Hay que parar la cosa.
Esto, si nos inunda un sentimiento budista, que nos lleva a mediar en el conflicto. Existe el peligro de caer en la pelea y terminar muerto en guerra ajena.
¿Te sentiste identificado con alguna? ¿Sientes que faltó algo? Comenta.
Imagen CC Nomadic Lass