Hace un par de años, y junto con el boom de los vegetarianos, el consumo de soya en nuestro país incrementó considerablemente, popularizándose en muchos hogares donde antes era impensado comer algo que pareciera carne pero no lo fuera.
Ya no sólo era una opción para cuando escaseaba la carne animal y la plata para comprarla, sino que era una alternativa saludable para quienes por voluntad no quisieran consumir más productos cárnicos o carne.
Se hablaba de todos sus beneficios para la salud, aparte de su módico precio. Que posee el doble de proteínas que la carne, que es rica en vitaminas (A, E, F, B) y en minerales (fósforo, calcio, magnesio, hierro y cobre), además de lecitina, que ayuda a la absorción de las vitaminas.
Sin embargo, la olla se destapó y este barato, nutritivo y rico alimento, capaz de reemplazar a la carne en un sinfín de recetas, resultó ser en un 90% transgénico, provocando serios daños en la salud. Lamentablemente la soya, junto con otros alimentos agrícolas producidos en grandes cantidades, es modificada genéticamente para soportar pesticidas y herbicidas. Sobre todo la producida en Estados Unidos por la polémica compañía Monsanto, la misma que está patentando las semillas de todo el mundo. Pero en países como Brasil, Uruguay y Argentina también se han instalado las transnacionales productoras de soya genéticamente modificada.
El daño que puede producir a nuestra salud, con molestias gástricas, problemas para digerir proteínas, deficiencia crónica en la absorción de aminoácidos, entre otros; se suma al gran impacto medioambiental que conlleva su producción como el de todo monocultivo -que elimina a los pequeños y medianos agricultores-.
Pero no nos alarmemos. Aún es posible conseguir soya no transgénica, sana y nutritiva para nuestros cuerpos. Sólo debemos darnos el trabajo de investigar sobre su producción y procedencia. De hecho, la soya japonesa es considerada el segundo alimento más sano del mundo, según la revista Health Magazine.
Aunque quizás no tan sana como la japonesa, en nuestro país también podemos disfrutar de soya no transgénica. Pero atentos, que desde los gobiernos de la Concertación, se busca patentar semillas y dejarlas en manos de transnacionales que trabajan con productos genéticamente modificados.