¿Has pensado en la posibilidad de irte a otra ciudad a estudiar? ¿Qué harías si te alcanza para postular a una universidad “tradicional” en la capital, o si no te alcanza para estudiar en tu ciudad pero sí en alguna de otra parte del país?
Todas esas interrogantes rondaban mi cabeza cuando estaba próxima a rendir la PSU en cuarto medio y no niego que me angustiaba la incertidumbre y la sensación de que una prueba iba a definir lo que haría por un par de años.
Porque las ganas, voluntad y apañe para poder estudiar fuera de mi ciudad, La Serena, estaban pero todo dependía de los puntajes, de si subían o bajaban, las listas de espera y de la suerte. Finalmente me alcanzó para estudiar en Santiago en una “mejor “ U de las que podía aspirar estando acá (porque la principal razón de mis viejos para apoyarme era poder optar a una mejor educación) y me fui, con miles de expectativas que con el pasar del tiempo se vieron más que superadas.
Sí, en un comienzo es difícil aprender a moverse, orientarse, volver a construir vínculos y amistades, superar problemas de convivencia con familia y amigos y conocer un nuevo ritmo de estudio (que incluye muchas tentaciones y carretes que deberán lidiar con la libertad de estar fuera de la casa de los “padres”) y exigencias.
Porque estudiar en mi caso fue sólo una de las tantas cosas que hice estando en Santiago pero que sin duda me permitió crecer, adquirir nuevos conocimientos y desarrollar habilidades.
Creo que plantearse estudiar fuera es una buena alternativa cuando creemos tener las ganas, el apoyo y la madurez para poder hacerlo. Se necesita una mediana cuota de autocontrol y responsabilidad para no echarse todos los ramos el primer semestre ni morir de hambre por no saber administrar las lucas. Sin duda será una experiencia llena de aprendizaje (tanto académico como no), amistades y buenos momentos.